sábado, 21 de julio de 2007

Haz bien y no mires a quién, haz mal y guárdate.

Cuídate de lo que vas sembrando por la vida, porque en la misma vida tendrás que recoger la cosecha (tú o tus descendientes).

Haz bien y no mires a quién, porque el bien se debe hacer siempre sin mirar a quién lo haces. Si te interesa saber a quién lo haces, puede ser que estés pensando en algún tipo de recompensa por sencilla que sea (admiración, adulación, etc.). Por eso, la mejor manera, si tienes ocasión de ella, es hacer el bien sin que se enteren los demás, así te guardarás de caer en la fácil tentación de la recompensa.

Solemos tener ambiciones, ganas de llegar más lejos, pero siendo simplemente lo que somos resulta difícil y tedioso. Por esto solemos caer en la tentación de intentar aparentar más de lo que somos, engañar a los demás haciéndoles creer que somos mejor, un camino fácil es desprestigiar a los que nos rodear para aparentar ser mejores de lo que somos, o causarles el suficiente mal para que tengan que salir de nuestro camino.

Debes ser consciente, que si llegas lejos por tu propia capacidad, sin engaños ni tapujos, será algo natural y saludable, pero llegar por el mal camino no saciará tu sed y necesitarás beber más, habrás llegado de forma fácil y querrás llegar más, porque el mal camino da más sed y nunca es suficiente.

sábado, 7 de julio de 2007

¿Dónde está la felicidad?

En lo "malo" nunca está la felicidad, porque el mal da sed y por mucho que bebas (por muy lejos que llegues) nunca te saciarás (nunca será suficiente), querrás más y más, sin llegar nunca a sentirte saciado (satisfecho, ya busques poder, dinero, admiración…).

Verás a la gente robar sin ya necesitar, o buscar almacenar más con todo el granero lleno. No te iguales a ellos.

En cambio, el bien es una fuente que te quita la sed, y por poco que bebamos nos empezamos a sentir mejor, satisfechos y orgullosos de nosotros mismos. Ahora bien, hay que evitar ensalzarnos y perder la humildad, porque sólo se puede hacer el bien desde al humildad, ¿cómo vamos a hacer el bien desde la vanidad?, de esta forma lo haríamos para alimentar estos sentimientos.

viernes, 6 de julio de 2007

¿Qué es lo verdaderamente importante en la vida?

Las personas que están a punto de morir, que se encuentran en su lecho de muerte o las que saben que les quedan pocas semanas de vida, o incluso nosotros cuando se nos muere un ser muy querido, recorremos nuestras vidas juzgándolas de un modo sincero.

Las vamos recorriendo y acordándonos de lo que hicimos, y nos entristecemos o sonreímos según nos vamos acordando. ¡Cómo duele cuando hiciste algo que sabes que estaba mal!

Si te fijas, cuando recuerdas tú vida, no te importa si llegaste muy lejos en tu trabajo, lo que te duele o te consuela es a quién hiciste daño o a quién ayudaste; no te importa lo mucho que ganabas, sino las numerosas horas que pasaste en el trabajo en lugar de ir a visitar a su madre o a un amigo enfermo o hablar con tus hijos; no te fijas a dónde fuiste de vacaciones aquél año, sino con quién fuiste y si los pasasteis bien; no te fijas por qué discutiste aquella vez y si tenías o no razón, sólo te fijas en que gritaste a tu padre y se sintió mal por ello; no te importará cuanto te costó el anillo de compromiso que la regalaste, pero si que te importará si hasta donde has llegado, la has hecho feliz o no, y si durante este tiempo les has sido sincero o la has hecho vivir en una mentira.

Al final en esta vida, si la recorres con sinceridad, no importa a donde viajaste, como te vestiste qué coche tuviste o hasta donde llegaste, lo que verdaderamente importa es lo que sentiste y sobre todo qué es lo que hiciste sentir a los demás. El llanto de los demás se te meterá en la cabeza y te volverá loco, en cambio su alegría te hará gozar en el paraíso.

  • No te dejes llevar por la ira y grites a los demás aunque tengas la razón.
  • Sonríe a todo el mundo con sinceridad, se amable y humilde.
  • No pierdas la cabeza, por no perder este día una hora ayudando a los demás.
  • Y sobre todo, ¡estate alerta!, ¡no te duermas!, porque los problemas sin importancia de esta vida (a donde viajes, cómo vistes, etc.) nos terminan preocupando más y haciéndonos olvidar lo verdaderamente importante, que inevitablemente recodaremos al final antes de perder la cabeza.